Más allá de la política monetaria del BCE
Raquel Blázquez. El Economista.
Desde hace unos años, el BCE viene mostrando su compromiso en todo lo relacionado con los objetivos de desarrollo sostenible, la transición energética y su impacto en la estabilidad financiera. Fue en 2021 cuando el BCE anunció su primer plan de acción por el clima, en el que incluía consideraciones sobre el cambio climático en las actividades relacionadas con la aplicación de la política monetaria, el análisis macroeconómico y las estadísticas. Posteriormente en 2022, el alcance del plan se amplió abarcando también la estabilidad financiera y la supervisión bancaria. Y este año, tras realizar un balance exhaustivo de sus acciones climáticas, la institución monetaria ha publicado un plan actualizado en el que por primera vez incluye el compromiso de analizar cuestiones relacionadas con la naturaleza. Y en él se identifican tres áreas prioritarias que guiarán las actividades del BCE relacionadas con el clima durante los próximos dos años.
La primera área de enfoque se centra en los desafíos que implica navegar por la transición hacia una economía verde. Para cumplir con su objetivo de cero emisiones netas para 2050, Europa deberá aplicar medidas políticas específicas hasta 2030 para incentivar un cambio hacia procesos de producción y patrones de consumo eficientes desde el punto de vista energético, y para sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables. Esto dará lugar a profundos cambios estructurales en la economía, con implicaciones para las necesidades de empleo y cualificación. La transición ecológica repercutirá en el comercio y los flujos de capital en la economía de la Eurozona y planteará riesgos para su competitividad exterior.
La segunda esfera prioritaria tiene por objeto hacer frente al creciente impacto físico del cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes y sus costes más elevados. Junto con los cambios en los patrones climáticos, afectan a la macroeconomía y al sector financiero a través de diversos canales. Los cambios en el clima afectan especialmente a la agricultura, el turismo y, a través de los precios de los alimentos, los sectores del comercio minorista y la restauración. Así, por ejemplo, tras la ola de calor del verano de 2022, se estima que la inflación de los precios de los alimentos en Europa aumentó un 0,67% un año después.
La tercera área de enfoque explora, por primera vez, los riesgos relacionados con la naturaleza. Cada vez hay más pruebas de que el cambio climático tiene consecuencias adversas para la naturaleza, mientras que la degradación de la naturaleza en forma de uso intensivo de la tierra, contaminación y sobreexplotación de los recursos amplifica la crisis climática. De hecho, en Europa, más del 80% de los hábitats ya están en mal estado. La degradación de la naturaleza afecta a la economía y conlleva riesgos financieros. Así una investigación reciente concluye que el 72% de las sociedades no financieras de la Zona del Euro dependen en gran medida de al menos un servicio ecosistémico, como suelos sanos, agua limpia... Dado que estas empresas representan el 75% de las exposiciones crediticias corporativas de las entidades de crédito de la Eurozona, los riesgos relacionados con la naturaleza suponen un riesgo claro para dichas entidades.
Con todo ello, podemos hacernos una idea de la importancia de este nuevo Plan del BCE como impulsor de la consecución de los objetivos de sostenibilidad en la Eurozona, facilitador de la transición energética y garante de la estabilidad financiera ante los impactos en el sistema crediticio de los riesgos climáticos.
Raquel Blázquez. Ibercaja.
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